Por Izrael Moreno
Rector de Facultad de Cine (México)
La esencia
Más allá de cargos y titulaciones, soy uno más de esos mexicanos que recorrió el sendero de la educación, a quien la vida otorgó el privilegio de convertirse en maestro.
Como docente, me declaré estudiante de tiempo completo. También decidí perder y ganar al combatir varias vergüenzas: la atávica de la conquista que me hace agachar la cabeza ante los blancos, pronunciar “mande usted”, avergonzarme de mi color de piel y pertenecer a una clase social pisoteada económicamente en muchos sentidos, por ser descendiente de indígenas o de pobres.
Otra vergüenza que decidí vencer y transmitir a mis alumnos, respecto a la educación y a la desigualdad económica, consiste en el miedo a decir “no sé”. De esta manera se evitan problemas y confusiones, desde dar una mala indicación hasta provocar accidentes laborales e incluso el abandono de la familia.
Desde la escuela rural más necesitada de nuestro país, hasta la mejor financiada, compartimos algo, “El plan de estudios”. Sí, es verdad que en algunas escuelas rurales los niños asisten a las clases descalzos, habiendo escuelas en las grandes ciudades en las que los choferes los llevan con sus nanas en “Mercedes Benz”, por sólo ilustrar el estatus. Aunque en esencia la formación es la misma: los mismos libros, mismos contenidos, unos más “Fancis”, quizá con un poco más de carga de idioma, pero los mismos. Sólo cambian los servicios.
En el subdesarrollo, por llamarlo con menos crueldad, padre y madre deben trabajar para pagar la renta y el sustento; así que dejan a los niños de primaria en escuelas de horario extendido. Dependiendo la zona, tienen actividades recreativas como ver películas animadas recostados en colchonetas. A veces medio comen encerrados en la misma escuela, sin actividades que les ayuden a desarrollarse; entonces, se vuelven una especie de guarderías por la tarde. En cambio, los más privilegiados, por llamarlo con menos crueldad, son llevados a clases de equitación, natación, música o a centros comerciales para distraerse. Desde esta etapa comienza la desigualdad de oportunidades y desarrollo, pero seguimos compartiendo el mismo aprendizaje en las aulas.
Apenas en el Segundo Encuentro Nacional de Subsecretarios de Educación Básica de México, se decidió hacer un alto en el camino para revisar a fondo los planes de estudio (Guevara 2019). Por lo tanto, durante el 2020 se seguirá trabajando así: en tercero, cuarto, quinto y sexto de primaria, así como en tercero de secundaria, sigue vigente el plan de estudios 2011. Sólo primero y segundo grado de secundaria, aplicarán el plan 2017.
Según cifras de la Secretaría de Educación Pública (SEP), en México, las escuelas públicas representan alrededor del 90% de la matrícula de educación primaria y secundaria. Aproximadamente 4.8 millones de niños, niñas y adolescentes, de entre 3 y 17 años no asisten a la escuela. Entonces hay un avance educativo, sin congruencia ni evolución.
En el plan de estudios de Bachillerato General de México, en primero y segundo año, sólo hay un programa de taller de lectura y redacción, en tercero y cuarto, un programa de literatura que explica de manera general los géneros, sus características, algunas obras y ciertos autores pertenecientes a diversas corrientes, pero sólo a manera de mención.
Un estudio realizado este año en México por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el promedio de lectura de los adultos mexicanos alfabetos, presentó un decremento cercano a los diez puntos porcentuales en los últimos cinco años, y según el Módulo de Lectura (MOLEC), por cada 100 mexicanos, 42 declararon haber leído al menos un libro en los últimos doce meses. También señala que sólo una de cada cinco personas que leen algún material, comprenden toda la lectura.
En la primaria, lo más cercano que tenemos al teatro, son las pastorelas, cosa que es una paradoja, más que una puesta en escena. Dado que en México la educación es laica; pero celebramos por medio de las pastorelas la llegada del niño Jesús, y de esta manera muy alegre, con cánticos de niños que nos conmueven y emocionan, se aplasta la cultura y las lenguas indígenas en una siembra del catolicismo muy “cute”, todos nosotros vestidos de pastorcitos.
Lo más cercano que tenemos a la música en la educación primaria, es la “Flauta de pan”.
Todos los mexicanos aprendimos o medio aprendimos a tocar el “Himno a la alegría” y el “Cóndor pasa”, y así, en el desafine colectivo, todos aprobamos con honores nuestra clase de música asociada al plan de estudios. Todos, pobres y ricos. No conocí todavía alguien que haya reprobado la “Flauta de pan”.
En la preparatoria, a tres años de comenzar la universidad, no existe todavía la carga literaria en el plan de estudios. El fomento incipiente de la lectura se maquilla con nociones de química y matemáticas, materias igualmente poco desarrolladas.
Los alumnos tienen prisa por terminar la educación básica para entrar a la Universidad, los maestros y los padres también. Aún más el sistema, urgido de mano de obra barata.
Corresponde entonces seleccionar la carrera, prepararse a como uno pueda para los exámenes de ingreso, padecer la frustración de no clasificar para las escuelas públicas, vivir el estrés, la incertidumbre, la ansiedad… así es cómo llegamos a la universidad.
¿Cómo se les ocurre a los jóvenes querer ser cineastas en este contexto?
Es cierto que, como dicen, el cine es el séptimo arte, aquella que sintetiza en sí a las precedentes. ¿Dónde quedó el conocimiento de las otras seis durante la etapa estudiantil?
¿Con qué herramientas cuenta el estudiante para convertirse en cineasta?
– ¿Sabes qué es la dramaturgia? – Le pregunté a un estudiante -No.- Me respondió.
De respuestas negativas ante interrogantes similares, podría llenar la cuartilla. En la búsqueda de los pilares de la formación no pude encontrar nada.
Existen varias razones por las cuales los jóvenes en la actualidad quieren ser cineastas, una de ellas no poco poderosa, es la producción desmedida de contenidos audiovisuales y las plataformas que vorazmente buscan reunir a públicos del mundo en sus canales de distribución, que, a destajo, producen “contenido original” muy beneficioso para nosotros los que nos dedicamos a la producción audiovisual en todas sus áreas, es decir, hay mucho trabajo y pocas manos. Otra razón, es la exposición mediática que ha tenido el cine latino en los Estados Unidos, posicionando con dignidad a nuestras culturas y naciones antes los ojos y oídos del mundo, por medio de Hollywood y los Premios Oscar. Estos hechos son bastante poderosos para que un joven diga “Quiero ser cineasta”, y sus padres, ya no tanto por suerte, no puedan decir “sí… ¿pero de qué vas a vivir?”.
Dado el fenómeno cultural y de producción a lo largo del mundo, los “papás”, por dibujar sólo el estereotipo de manera muy respetuosa, pueden vislumbrar a tientas e intuitivamente, que sus hijos tendrán empleo o incluso que podrán ser de esos que salen en los medios de comunicación ganando premios Oscar, en las alfombras rojas, y si no, apoyar el sueño que tienen sus hijos, porque generalmente vienen de generaciones impositivas donde lo primero era decirles qué estudiar para asegurar un futuro. En muchos casos, esa regla no funcionó y lo sabemos. Es mejor que hagan lo que les apasione, les vaya bien o mal.
Otro fenómeno que apoya al gran paso de tomar la decisión de cualquier joven para estudiar cine en estas condiciones sociales, es, desde mi punto de vista, el imaginario que provocaron los dispositivos celulares con cámaras de video, los cuales permiten grabar y editar, de manera muy sencilla. El joven ve cómo es el mundo a través de su propio celular y graba, aunque no sepa de planos, de ejes de miradas, de sintaxis o gramática audiovisual, graba.
Entonces sí, ¿por qué no contar historias formalmente a modo de largometrajes, cortometrajes o series?, si ya lo hago y les gusta a todos mis amigos, a mis padres y la gente que ni conozco.
¡Quiero ser cineasta!
Desilusión inmediata: el examen de admisión
Reflexionar sobre estas generaciones que cuentan con poco bagaje artístico, sin obviar las posibles excepciones de jóvenes con conocimientos y talentos, impone una serie de cuestionamientos: ¿Qué hacer con ellas?, ¿con sus ilusiones?, ¿con su deseo genuino de ser narradores de historias a través del mundo audiovisual?
Conozco algunos decanos que dicen “no deberían estudiar cine porque no saben nada”, y entonces ¿qué hacer bajo esas circunstancias?, ¿seguir el juego del elitismo en las artes? Desde mi punto de vista, que no pretendo imponerle a nadie. Los ricos son cada vez más ricos, y los pobres cada vez más pobres.
Tanto unos como otros desconocemos muchas cosas, pero el dinero otorga la posibilidad de ir al Museo de “Louvre” en París; por otro lado, en la pobreza, no se piensa en las dimensiones de “La Gioconda”, a veces, ni siquiera importa su existencia. En un examen de conocimientos artísticos, ¿quién va a tener más oportunidad de convencer al jurado de estudiar en escuelas del estado, que sólo reciben 15 alumnos al año?
Como me gusta proponer soluciones y no estar sólo contemplando el problema puntualizándolo en esta ponencia, determinamos varias cosas que dan resultados a un nivel casi inmediato. Un plan de estudios integral que fomenta la literatura, la historia, el lenguaje, el análisis, el pensamiento crítico, la reflexión y la creatividad en los alumnos antes de que toquen una cámara. Me resulta obvio que de estos aprendizajes deriva la preparación intelectual, el empoderamiento y entendimiento de la mirada que va a permitir usos más responsables, intencionados y artísticos de la técnica, a contrapelo de quienes ven en esta lo más importante.
En correspondencia con mi forma de pensar, concurre Ezzio Avendaño, cineasta y docente con más de 15 años de experiencia en la máxima casa de estudios de cine en México, el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC).
Ezzio dice que, de nada sirve filmar “bonito” sin contenido, filmar bonito hasta cierto punto es muy fácil, contar historias potentes no tanto; se necesita más que una educación técnica, se requiere una formación artística y literaria con profundidad, y entender nuestra sociedad para poder cambiarla.
De estos planteamientos de quien es, además, creador de nuestros planes de estudio, emergen principios y aspiraciones: ser una escuela que enseña y alienta, para contar historias profundas.
Otra acción que llevamos a cabo, es el Diplomado en Artes y Ciencias Cinematográficas, para que los aspirantes a esta, u otras universidades con cualidades similares, puedan echarse un buen chapuzón de 5 meses al interior de la literatura, la historia, la evolución de la cinematografía mundial, las bellas artes, los pormenores de la narrativa, el lenguaje cinematográfico, entre otros, como premisas de partida. De esta manera estarán en menos desventaja para poder aplicar a la Universidad de su conveniencia, siendo un buen filtro para que el alumno diga – ¿y la alfombra roja?, – mejor me bajo de este barco aburrido.
¿Qué logramos con esto?
Las mismas oportunidades para todos a nivel cultural y de conocimientos básicos para acercarse al “séptimo arte”.
Dos, apoyo a los padres para no derrochar su dinero.
Y tres, pero no menos importante, los cineastas que también somos docentes, sigamos inspirados y verdaderamente esperanzados en que las generaciones que ahora formamos van a entregar a sus públicos un cine cada vez mejor, sin desdeñar el sector comercial porque tiene un mercado y una razón de ser, sino ofrecer contenidos artísticos, reflexivos, documentales e incluso, comerciales con una factura impecable, pero con historias conmovedoras y potentes.
Los cineastas / docentes
Nosotros los cineastas, sin generalizar, en muchos casos vinimos de otras artes que nos llevaron de manera orgánica al cine, y en mi caso, casi de manera milagrosa. Algunos tuvimos la oportunidad de conocer la pedagogía para transmitir de manera ordenada el conocimiento a nuestros alumnos, algunos no, pero el instinto y el acto invaluable de su generosidad los acercó a la academia. Conozco casos de profesionales del cine que hacen su agenda a partir de sus clases, aman la docencia y el cine; es una alegría y me generan mucho respeto.
No a todos los cineastas les gusta la docencia, pero a los que nos gusta, la combinamos bastante bien con nuestra actividad artística. Además, introducimos de manera orgánica a los alumnos a nuestro oficio.
El oficio y la profesión
Sin generar un escándalo y polemizar la técnica, el buen gusto, el arte, la ciencia y la química que hacen posible las películas, particularmente realizadas con material fílmico, los cineastas, antes de artistas somos oficiantes. Como cualquier oficio lo fuimos haciendo y haciendo hasta que nos iba quedando mejor, eso ya no está en juego, tampoco el respeto que nos tiene la sociedad al ser oficiantes ahora reconocidos como profesionales, por medio de una licenciatura.
En México, tenemos aproximadamente una década de la posibilidad de ese reconocimiento, importantísimo para poder seguir estudiando y obteniendo grados, hasta hace menos de 10 años, los cineastas dábamos clase en las universidades más importantes del país, sin ser licenciados.
Recuerdo que en el teatro era igual, pero todos nos echábamos una palmada en la espalda al decir, cuando escribas un texto, cuando montes una obra, nadie te va a venir a pedir tu título, serás bueno o no, les gustará o no. Y en ese sentido es razonable y contundente, pero en el sentido social no. La sociedad no era inclusiva con nosotros.
Éramos unos hippies desplazándonos en sus márgenes, privados del reconocimiento a una profesión tan digna como tantas otras. Para nosotros es importante que nuestros alumnos sean tanto licenciados como oficiantes, que puedan ejercer muy bien, además de seguir creciendo profesionalmente.
Por ejemplo, el mínimo grado de escolaridad requerido para ser presidente de una nación, es la Licenciatura; sin polemizar en este acto que algunos presidentes copiaron su tesis. Sí, es de suma importancia el grado para los cineastas, afortunadamente ya lo tenemos, aunque no conozco todavía a ninguno que, además de hacer películas, quiera ser presidente. Aunque considero que los productores podríamos serlo, no insistiré en esta aseveración para no meterle ideas en la cabeza a nadie.
A lo largo de este periodo, los cineastas/docentes somos cada vez más profesionales al dar clases, ya que seguimos el plan de estudios que nosotros mismos llevamos a cabo. Sin dejar de hacer nuestro oficio. Apuntalando mi espíritu, vencedor de la vergüenza, convoqué a un grupo de realizadores comprometidos y entregados con la formación, igual que yo. Se trató de una invitación para, de manera ordenada y con objetivos claros, construir una estrategia capaz de promover en los alumnos la formación general, la instrucción específica, la axiología imprescindible y algo que en nuestra profesión es fundamental, la pasión.
El plan de estudios
Para consolidarse, la industria nacional necesita el trabajo y el talento de profesionales capaces de generar nuevos discursos cinematográficos de gran alcance nacional e internacional. Con esta finalidad creamos la Facultad de Cine, una institución educativa de nivel superior dirigida a estudiantes en busca de formación profesional, especializada para colocarse en el ámbito laboral. Esto la convierte en una alternativa viable para todos aquellos que ansían adquirir mejores herramientas para emprender negocios en el sector audiovisual.
La Facultad de Cine es una institución de educación superior que se especializa en estudios creativos, en el ámbito audiovisual con enfoque interdisciplinario y emprendedor. A través de profesionales líderes y programas de estudios con altos estándares, se promueve la creatividad audiovisual y el balance entre la idea y la ejecución, el talento y la disciplina, el riesgo y la concordancia. De este modo impulsamos a nuestros egresados hacia una alta competitividad en el mercado creativo y artístico.
La Licenciatura en Cinematografía tiene entre sus objetivos primordiales formar y egresar a 20 alumnos por año. Nuestro mayor interés es que los graduados se incorporen a la industria con la capacidad de articular todos los elementos que involucra el lenguaje cinematográfico.
A lo largo de cuatro años seis meses, nuestra oferta académica, permite que los alumnos cuenten con una elevada sensibilidad artística y organización mental en todas las áreas de la producción cinematográfica, formados con ética en el desempeño de su profesión y con alta responsabilidad social.
La clave para la mejor enseñanza y aprendizaje se basa en un programa académico teórico–práctico que abarca y entiende el cine como arte, industria y también como espectáculo. La finalidad de esta escuela es impartir educación cinematográfica bajo un plan de estudios que contemple un estudio de literatura universal, literatura latinoamericana, estructuras dramáticas, historia de la cinematografía nacional y mundial, investigación y compresión de los géneros cinematográficos. Las bases y principios de la gramática y sintaxis cinematográfica, edición y montaje, desde la parte técnica y creativa como apoyo al drama. Estudio y creación del sonido como lenguaje, así como el entendimiento de pormenores de la fotografía, como el uso de la luz. Además, del manejo adecuado de la puesta en escena, la puesta en cámara y el entendimiento del actor como parte fundamental de la expresión. El plan de estudios contempla un año dedicado al cine documental para comprender la realidad como base de la narración y propuesta de un discurso.
La propuesta académica consta de 9 semestres. Se pretende establecer un balance entre la teoría y la práctica, impartidas por docentes profesionales activos de la industria cinematográfica, apoyados con equipos nuevos de la más alta tecnología para la impartición de planes y programas audiovisuales, incluyendo una sala de exhibición y un foro de producción. Para fortalecer la demanda académica se tienen alianzas estratégicas con empresas e institutos cinematográficos del país.
El programa, bien estructurado y sólido, posibilita intercambios con instituciones de educación superior en el mundo.
Especialidades de la Facultad de Cine
Con el objetivo de profundizar en la formación teórica, técnica y metodológica, respecto a áreas y sectores puntuales de la industria cinematográfica, la Facultad de Cine ha creado cursos de posgrado en dirección cinematográfica, cinefotografía y guion cinematográfico.
De este modo se responde al interés de tantas personas por contar y escuchar historias, mediante un programa de doce módulos que ofrece herramientas útiles para atender al discurso cinematográfico y al audiovisual en general.
Especialidad en Guion Cinematográfico
Consiste en un curso de un año para la creación de especialistas en guion. Se abordan distintas temáticas pertinentes, tales como: gestación de una idea, estructura dramática, personajes, diálogos, series de televisión, documental y talleres de escritura de cortometraje y largometraje.
Los alumnos serán capaces de integrar conocimientos teóricos y prácticos para desempeñarse en las áreas comunes de la escritura visual y en las nuevas tecnologías de comunicación, así como extender su creatividad que requiere la industria cinematográfica nacional y mundial.
Especialidad en Dirección Cinematográfica
Ofrecemos un curso de un año para especialistas en el lenguaje audiovisual. Buscamos potenciar su capacidad para integrar y aplicar conocimientos inherentes a principios, etapas y menesteres del oficio del director de cine. Nuestra misión consiste en propiciar el aprendizaje de los fundamentos conceptuales de la dirección cinematográfica. Al concluir la formación, el estudiante debe tener la habilidad de concebir una idea, desarrollarla a través de los procesos de la realización y finalmente materializarla en una obra, donde plasme un estilo y discurso propios.
Especialidad en Cinefotografía
Consiste en un curso de un año para crear especialistas en la cinefotografía, capaces de expresar, narrar y contar una historia a través del poder de la imagen y la luz. Los egresados tendrán la posibilidad de transmitir un sentimiento y un propio punto de vista a partir de la creación de imágenes en movimiento.
Una declaración de principios
Nunca estaré de acuerdo con esa opinión de que el arte es para las élites. El arte es un acto tan espontáneo y puro como la misma sexualidad, que también se entrena, cambia, transforma y de ella salen obras bellas y poderosas. Todos, ricos y pobres, tenemos derecho a ser artistas.
El arte salva: la creatividad se convierte en un marco propicio para ser uno mismo, andar seguro, desnudar emociones y dar rienda suelta a sentimientos y pensamientos en actos de libre expresión individual o colectiva. Así nacen los textos literarios, las pinturas y las películas, por los que podemos ser reconocidos, desmenuzados, amados u odiados.
Esa pasión que engendra el arte, su introspección espiritual puede librar a los jóvenes de la drogadicción, los negocios ilícitos, la vida del peligro, el azar y también del ocio. Cuando recuerdo las historias de muchos que han sido salvados, incluyéndome, más me emociono al decir que el arte tiene que ser para todos.
Por tales razones, una política fundamental de nuestra Facultad es la inclusión. Brindamos apoyo a aquellos que de otra forma, no podrían acceder al estudio formal del cine. Así cerramos el camino a la imposibilidad y obsequiamos oportunidades para que el cine deje de ser un acto elitista desde la formación. Nos enorgullece y sensibiliza el afán de ser una institución incluyente, socialmente consciente y altamente responsable.
Programa social
“María Alicia Martínez Medrano”
El programa social de la Facultad de Cine, lleva el nombre y está inspirado en la fundadora del Laboratorio del Teatro Campesino e Indígena de México, la dramaturga María Alicia Martínez Medrano, quien tenía un alto compromiso de la responsabilidad social a través de ofrecer por medio del teatro, una opción de vida. Ella decía que el teatro “podría salvar a los campesinos e indígenas de México”, nosotros creemos que sí, que el arte puede salvar a pueblos enteros de la marginación y la pobreza.
Es por esto que el programa social, tiene como objetivo brindar oportunidades educativas a jóvenes de comunidades marginadas, indígenas y vulnerables de México, con la finalidad de contribuir a disminuir el rezago social y la violencia, para que puedan iniciar su preparación académica a nivel profesional en Cinematografía.
El arte es parte integral del desarrollo del ser humano, enseña a los jóvenes a pensar creativamente para resolver problemas y enfrentar los desafíos que se presenten en sus vidas. Por medio del arte, los jóvenes estudiantes aprenden a compartir y reflexionar sobre ellos mismos, sobre las personas y las circunstancias que giran a su alrededor. El arte potencia la autoestima, la seguridad y el amor propio del individuo, así incrementa su capacidad para sobreponerse a momentos difíciles y para romper las barreras prejuiciosas que puedan aparecer en el camino hacia el triunfo personal.
Hasta este año, hemos otorgado a 11 jóvenes becas del 100%, lo que ha representado más de 2 millones de pesos en colegiaturas al momento, jóvenes que sin este apoyo no hubieran podido continuar con sus estudios, ni fomentar el arte en su vida. Nuestra beca les permite seguir acudiendo a la escuela, concentrarse en sus estudios y desarrollar aptitudes en beneficio de ellos mismos y de su comunidad, contribuye a lograr sociedades más justas, productivas y equitativas. Es un bien social que hace más libres a los seres humanos.
Estamos comprometidos con la educación y convencidos que es uno de los factores que más influye en el avance y progreso de personas y sociedades. Además de proveer conocimientos, enriquece la cultura, el espíritu y los valores.
Como en el cine: Final
Mi esperanza es que, a través de nuestra labor, logremos alcanzar un cine más profundo y reflexivo; que nuestra vocación humana se prolifere y tribute a la transformación de la sociedad en una más cívica, más generosa, amable y equitativa. Quizás de este modo, “puesto que no podemos negarnos el privilegio de la utopía, donde radica, al final, nuestra esencia”, logremos tener un mejor país. Siento que podemos contribuir con eso y creo que lo estamos haciendo.